Programado del 15 al 25 de Octubre 2009 en el centro de Barcelona: la 1a edición del unico festival en el mundo de los quioscos de escalera!
El Festival Lilliput busca revitalizar el patrimonio cultural histórico tan específico de Barcelona que constituyen aquellos negocios más domésticos.
Desde el octubre 2007 inventariamos mas de 100 quioscos que son estas micro-tiendas que abren tanto por la calle que por el interior de las fincas, así compenetrando los usos privados del hogar, el negocio de escala doméstica, y el pasaje de transeúntes.
El antropólogo y profesor Manuel Delgado asuma la coordinación científica del proyecto.
El Instituto Catalán de Antropología ha conseguido el financiamiento de la Generalitat de Catalunya y el Ajuntament de Barcelona para abrir algunos quioscos y revitalizarlos con instalaciones y actuaciones artísticas, durante el Festival Lilliput que acogerá a artistas plásticos, actores, bailarines, músicos, arquitectos, antropólogos, y todos vosotros que queréis ver las calles más animadas y de buena onda.
Para dar a conocer estas joyas de la convivencia barcelonesa, el Festival Lilliput busca archivos, testimonios de todos los que animaron los kioscos o solo los conocieron como usuarios o vecinos.
Cualquier ayuda, propuesta o testimonio es bienvenida aquí mediante este blog.
Los quioscos de escalera renuevan la manera de usar nuestro el espacio publico; los podemos usar y defender juntos!
Patricia Ciriani
Directora del Festival Lilliput
Institut Català d'Antropologia
festivallilliput@gmail.com
Mostrando entradas con la etiqueta antropologia. Mostrar todas las entradas
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12 de septiembre de 2009
13 de enero de 2009
El Festival Lilliput como una pequeña utopia
Cuando cada vez menos se comparte el espacio público, cuando las representaciones artísticas son cada vez más espectaculares y filtradas por el mercado, y cuando, a la vez, los espacios se especializan hasta el punto de evitar momentos de encuentro entre gente que no se conoce, una exposición de arte, un festival pluridisciplinar, debería ser una pequeña utopía, un lugar impropio a la vida real, que cree las condiciones para un imaginario invidual y colectivo. El arte puede revelar algún secreto, representar lo que nos es desconocido o inventar nuevas formas de mostrar lo que conocemos.
Además de crear las condiciones de un espacio poético para nuestra contemplación y participación, queremos promover un lugar donde el simbolismo estructure nuestra comunidad, una realidad paralela que nos dé ganas de conquistar los últimos espacios libres de nuestra sociedad determinista y así invertir en encuentros fortuitos y beneficiar del azar.
Mi pregunta es cómo ocupamos el espacio. Y cómo el espacio se ocupa de nosotros, nos conforma, nos obliga a interactuar con él. Cómo un espacio dado, impuesto, codificado y privatizado se convierte en un espacio abierto a nuestra apropiación individual y colectiva.
Una hipótesis: el espacio no es un dato preexistente, más bien se construye a medida que lo penetramos mentalmente, físicamente y plásticamente, coreográficamente.
Para ir comprobándola, nos sirve descartar momentáneamente la teoría del vestíbulo virtual de Paul Virilio, que anunciaba el fin del movimiento dentro de una vida donde predominaban los espacios y las relaciones virtuales. Aquí lo que nos interesa es la construcción real de un espacio tangible como soporte de experiencias artísticas y cotidianas.
POR UNA CIUDAD ÍNTIMA
Un caso de estudio: Barcelona. La ciudad continúa rezumando su vida privada al exterior. Aún no ha guardado los rasgos de su intimidad en cajas cerradas con siete llaves, como París o Londres.
Testimonios arquitectónicos de aquella realidad son los numerosos "quioscos de escalera" de sus barrios; estos bajos acogedores que mezclan espacios privados y públicos, interiores y exteriores. Ahora en vía de extinción programada, los quioscos de Barcelona representan unos cien casos de confusión de usos y mezcla de gente que queremos valorizar.
Además de crear las condiciones de un espacio poético para nuestra contemplación y participación, queremos promover un lugar donde el simbolismo estructure nuestra comunidad, una realidad paralela que nos dé ganas de conquistar los últimos espacios libres de nuestra sociedad determinista y así invertir en encuentros fortuitos y beneficiar del azar.
Mi pregunta es cómo ocupamos el espacio. Y cómo el espacio se ocupa de nosotros, nos conforma, nos obliga a interactuar con él. Cómo un espacio dado, impuesto, codificado y privatizado se convierte en un espacio abierto a nuestra apropiación individual y colectiva.
Una hipótesis: el espacio no es un dato preexistente, más bien se construye a medida que lo penetramos mentalmente, físicamente y plásticamente, coreográficamente.
Para ir comprobándola, nos sirve descartar momentáneamente la teoría del vestíbulo virtual de Paul Virilio, que anunciaba el fin del movimiento dentro de una vida donde predominaban los espacios y las relaciones virtuales. Aquí lo que nos interesa es la construcción real de un espacio tangible como soporte de experiencias artísticas y cotidianas.
POR UNA CIUDAD ÍNTIMA
Un caso de estudio: Barcelona. La ciudad continúa rezumando su vida privada al exterior. Aún no ha guardado los rasgos de su intimidad en cajas cerradas con siete llaves, como París o Londres.
Testimonios arquitectónicos de aquella realidad son los numerosos "quioscos de escalera" de sus barrios; estos bajos acogedores que mezclan espacios privados y públicos, interiores y exteriores. Ahora en vía de extinción programada, los quioscos de Barcelona representan unos cien casos de confusión de usos y mezcla de gente que queremos valorizar.
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12 de enero de 2009
El Festival Lilliput com una petita utopia
Quan cada vegada menys es comparteix l’espai públic, quan les representacions artístiques són cada cop més espectaculars i filtrades pel mercat, i quan, alhora, els espais s’especialitzen fins al punt d’evitar moments de trobada entre gent que no es coneix, una exposición d’art, un festival pluridisciplinari, hauria de ser una petita utopia, un lloc impropi a la vida real, que creï les condicions per a un imaginari individual i col·lectiu. L’art pot revelar algun secret, representar allò que ens és desconegut o inventar noves formes de mostrar allò que coneixem.
A més a més de crear les condicions d’un espai poètic per a la nostra contemplación i participació, volem promoure un lloc on el simbolisme estructuri la nostra comunitat; una realitat paral·lela que ens faci venir ganes de conquerir els darrers racons lliures de la nostra societat determinista i així invertir en trobades fortuïtes i beneficiar de l’atzar.
La meva pregunta és com ocupem un espai. I com l’espai s’ocupa de nosaltres, ens conforma a ell, ens obliga a interactuar-hi. Com un espai donat, imposat, codificat i privatitzat es converteix en un espai obert a la nostra apropiación individual i col·lectiva.
Una hipòtesi: l’espai no és una dada preexistent, més aviat es construeix a mesura que el penetrem mentalment, físicament, plàsticament, coreogràficament.
Per anar comprovant-la, ens serveix descartar momentàniament la teoria del vestíbul virtual de Paul Virilio, que anunciava la fi del moviment dins una vida on predominaven els espais i les relacions virtuals. Aquí el que ens interessa és la construcció real d’un espai tangible com a suport d’experiències artístiques i quotidianes.
PER UNA CIUTAT ÍNTIMA
Un cas d’estudi: Barcelona. La ciutat continua traspuant la seva vida privada a l’exterior. Encara no ha guardat els trets de la seva intimitat en caixes tancades amb set claus, com París o Londres.
Testimonis arquitectònics d’aquella realitat són els numerosos “quioscos d’escala” dels seus barris; aquests baixos acollidors que barregen espais privats i públics, interiors i exteriors. Ara, en via d’extinció programada, els quioscos de Barcelona representen uns cent casos de confusió d’usos i mescla de gent.
Botigues o antigues porteries, aquests quioscos –no els hem de confondre amb aquells on es venen diaris en estructures autònoms a les Rambles i altres carrers- són les reliquies de temps antics en els quals les funcions de menjar, dormir, estimar, estaven unides a les de vendre, comprar, discutir entre veïns, passejar pel carrer, trobar un desconegut. L’intrús i l’estranger eren integrats a l’esfera privada. Un implant públic en un organisme privat.
Un quiosc constitueix una unitat mínima de vida i activitat. El Festival Lilliput aposta per apropar l’art de la vida, la poesía de la quotidianitat, perquè se segueixin contaminant.
Així doncs, el Festival Lilliput reuneix un sistema orgànic de quioscos disseminats per Barcelona, Madrid i altres ciutats potser al món, amb un funcionament de múltiples microempreses dins el barri global. La manifestació pren la forma del quiosc global, en el qual predominen accions íntimes en contradicció amb l’espai públic friccionant-se amb ell.
Patricia Ciriani
Barcelona, 2009
Patricia Ciriani
Barcelona, 2009
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